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jueves, 22 de octubre de 2009

Maldito Otoño


Días de lluvia caen tras la ventana. Fue un cambio radical del sol radiante a un cielo plomizo y gris. Es curioso ver como los estados de ánimo también los puede cambiar el tiempo. El verano con su alegría eleva hasta lo más alto y nos creemos que todo va estupendo y de repente todo cambia con un otoño lluvioso y triste. Melancólico como una balada tocada con el saxofón.

El invierno con su blanca nieve; trae felicidad vendida en forma de Navidad. Es uno de los mejores productos del capitalismo; es impresionante como solo con salir a la calle y ver las luces, sentir el frío en la cara y comer castañas asadas; te puede hacer feliz.

Además el invierno también puede producir enamoramientos; el frío siempre lo hace; las ganas por estar con alguien se multiplican; sin embargo en verano tan solo buscamos una cosa más sexual.

En esos días de melancolía que veníamos arrastrando últimamente fue cuando vino el primer paquete al despacho. Era una caja pequeña envuelta con papel marrón, y atada con cuerda roja. Al abrirlo dentro de ella tan solo había un lápiz perfectamente centrado he impoluto. Tan solo había un pequeño cartel delante de él en el que se podía leer; “Herramienta nº 1”

En más de diez años de profesión nunca me había pasado algo parecido. Estaba claro que era algún tipo de reclamo, por parte de algún psicópata. Pero; ¿por donde empezábamos a buscar?

Obviamente lo primero que se hizo fue mandarlo a la científica; pero como era de esperar estaba limpio, sin ningún tipo de prueba. Era lógico pensar que si mandas algo a la jefatura de policía tienes que estar muy seguro de que a la primera de cambio no te van a cazar.

A la semana siguiente volvió a aparecer un paquete en la oficina; esta vez era algo más pequeño; pero igual con su papel marrón y su cordón rojo. Al abrirlo se descubrió que había una goma de borrar y un cartel el cual indicaba “Herramienta nº 2.”

Tenia la corazonada de que tenia que relacionarlo con algo; pero con que. Tenia que pensar la única forma de hacer eso es poner música en este caso a Tord Gustavsen trio; bajar la luz y cerrar los ojos. Con la relajación, empieza la fiesta de las ideas. Poco a poco empieza a subir el sopor y en ese momento antes de quedarse dormido es cuando mejor se piensa. La mente esta limpia de cualquier perturbación, libre para centrarse en el pensamiento.

Un lápiz, un borrador. Estaba claro que eran herramientas de dibujantes, arquitectos; pero también podrían serlo de cualquier persona e incluso de un niño.

¡Niños! Eso era había que registrar los colegios de la zona por si en alguno habían recibido algún paquete distinto.

Descolgué el teléfono y ordené que llamaran a todos los colegios por si habían recibido algo.

Efectivamente no estaba confundido; en el colegio mas cercano a la comisaría encontraron un paquete mucho mas grande que el resto; al igual estaba envuelto por papel marrón; pero el cordón era verde.

Ya teníamos una pista los colores; estaba claro que el rojo era algo prohibitivo o incluso sexual. Y el verde siempre es la oposición al rojo.

Pero la gran prueba fue al abrir el paquete; eran dibujos de chicas y la gran mayoría eran retratos; pasando los dibujos una cara apareció; era ella.

Ella era la mujer de mi vida que hacia dos meses se marcho de casa y todavía seguía sin saber nada de ella.

Al verla me estremecí; no podía creer que estuviese allí y mucho menos pensar que la hubiera pasado algo. Todo mi equipo se me quedo mirando; mi cara tuvo que cambiar radicalmente, e incluso note ese maldito sudor frío que me recordaba que las cosas no iban bien. El pecho me oprimía y la garganta me apretaba como si alguien estuviese apretando con una soga.

Cuando desperté estaba en un habitación que tenia toda la pinta de ser un hospital; gire la cabeza a la derecha y no vi a nadie, gire a la izquierda y allí estaba mi madre.

¿Que me había pasado? Según mi madre y el medico un infarto; según yo una putada.

Después de mese sin saber nada de ella y tiene que aparecer dibujada en un paquete enviado por algún degenerado.

Tenia que encontrarla y resolver ese maldito caso; pero desde un hospital poco se puede hacer; tenia que esperar a que me dieran el alta. Hasta entonces lo único que podía hacer era ver la televisión que mi compañero de habitación elegía.

Pero nunca pensé que jamás podría resolverlo; semanas más tarde; volví a sufrir otro infarto. Mi viejo corazón estaba oxidado y no aguantaba mucho más. Lo ultimo que hice fue escribir esto como muestra de interés en ella, por si algún día decidiese volver supiera que nunca la abandoné; sino que fue mi corazón el que me abandono a mi.

jueves, 15 de octubre de 2009

Naturaleza Organica

Llega un momento en el que todo aparece de golpe. De la oscuridad surge la luz; y entonces empieza todo.

Abres los ojos y ves todo lo que te rodea; el frío te sopla en la cara. Mientras la luz inunda tu piel; erizándote el vello. Es la naturaleza pura; orgánica, fría y ausente.

La soledad que se mueve entre los árboles; se palpa la tranquilidad, la paz.

La suave y blanca madera de los abedules; es única. Un suelo de esta madera crea un hogar; solamente el verla, rodeada por el paisaje frío, de roca áspera y gris. Fuertes ríos salvajes y jóvenes. El solo hecho de estar rodeado de esa armonía; fría armonía. Produce un efecto rebote de calor, inducido por los hogares, que no las casas.

Abres de nuevo los ojos; y a tu alrededor; un anodino panorama, paredes blancas. Una mesa, una mesilla y una cama en la cual estas tumbado.

Al incorporarte por la ventana tan solo se ve ladrillo rojo, asfalto, metal sucio metal.

Suena una alarma, un estúpido reloj avisa de que el tiempo sigue su transcurso y que no va a pararse para ti.

Te vuelves a tumbar cierras los ojos y oyes a lo lejos las aguas bravas, e incluso notas el soplar del frío.

Te sumerges y buceas buscando la armonía pérdida; aparece de nuevo la madera, la piedra, el agua y el frío.

La nieve cae sobre tu cara; has llegado al hogar perdido. Lo único que no hay que hacer es no abrir los ojos, y todo siempre ira bien.

miércoles, 14 de octubre de 2009

El Cambio

El olor del polvo desprendido al pasar el tractor, dejando una estela de color marrón. Como los aviones, que siempre dejan un rastro tras de sí de humo blanco.

Era una de las imágenes más típicas que tenia de mi lugar de origen. Al igual que cuando tenía que ir con mi abuelo a la tierra y hacíamos los paquetes de paja; él estaba arriba del remolque mientras yo le pasaba las pacas desde abajo. Era bonita la relación intergeneracional que se creaba a partir de ese vínculo que suele unir a los abuelos y los nietos.

Los abuelos les enseñan todo lo que ellos saben para poder preservar su conocimiento; como ya hicieron en su momento con sus hijos. Pero esta vez ya no tienen que educarlos; al contrario: ahora ellos sirven para dar caprichos.

Aquel lugar del que tantos recuerdos tengo, toda mi infancia corriendo libre sin limites por las heras; las tardes con largos paseos en bicicletas; bicicletas heredadas de hermanos y primos mayores, con cesta y sin ningún tipo de avance técnico. No había más marcha que la que daban tus pies. Y eso sí: un simpático timbre para avisar a la entrada del pueblo de que venia un alubión de muchachos con sus bicis; como el séptimo de caballería cuando entraba en escena en aquellas amarillentas películas de vaqueros que tanto les gustaba a nuestros padres ver por las tardes y con las que al segundo disparo se habían están ya dormidos en el sillón orejero. Despertando tan sólo al final de la película, explicándote con detalle cómo es la escena y lo emocionante que es.

La adolescencia en un pueblo es muy distinta: todo se hace con mucha más libertad. Además, el amor esta como asignado; sois son muy pocos los jóvenes que hay en el pueblo y cada vez menos.

Un primer beso sentado en las orillas del pantano que hay cerca del pueblo, miradas que se buscan unas a otras cuando os cruzáis por la calles y que dan mucha más emoción a tu vida.

Pero llega un día que tus padres deciden que es mejor ir a la ciudad a vivir; y Todo se desvanece. El aire puro y limpio se cambia por aire viciado y carboxilado de los coches de la capital. Las calles abiertas con edificios bajos y pintorescos se transforman en altos bloques de ladrillo sucio; ladrillo rojo, que cada vez va cogiendo un color más oscuro.

Al final todo es cambio; constantemente cambio. Una vez que ya estabas acostumbrado a la capital surge un nuevo traslado. La universidad. Ahora vas de una ciudad pequeña o mediana como era la tuya a la capital del estado.

Los altos edificios se seguían manteniendo nada mas que ahora el mar de ladrillo rojo era mas amplio pero solo en la periferia; porque en lo se refería al centro de la ciudad todo eran bonitos edificios altos, con lustre, esbeltos. Algunos emanaban un aire señorial del siglo XIX; mientras que otros claramente eran una muestra del progreso, grandes cristaleras, hormigón y acero.

Entras en mundo nuevo totalmente solo; los primeros días que caminas por esas calles parece que este jugando a ese juego en el que se compran calles y se hacen hoteles.

Todos los nombres de las avenidas y calles te suenan; e incluso las has visto en ocasiones en el cine.

Al igual que la diversidad de la gente; no puedes remediar el quedarte mirando a la gente, o darte la vuelta cuando alguien te sorprende. Como los mendigos tirados por las esquinas, y que nadie les hace caso, ni siquiera los miran. Son restos de la sociedad porque deberían de mirarlos; pensara la gente.

Vas por la calle y el bullicio y el ruido es palpable; ambulancias, policía y bomberos. Con sus sirenas puestas a todas horas. Actuaciones callejeras; músicos del altiplano, un trío de jazz o un cuarteto de cuerda tocando al mismísimo Mozart cerca del teatro de la opera.

Pero resulta que no estas tan solo como parece o por lo menos no eres el único; al llegar a tu residencia allí te esperan otros cien o ciento cincuenta estudiantes igual que tu. Asustados por el cambio ese amigo que siempre estará detrás de ti; porque la vida seria muy aburrida si siempre fuera igual.