Saliendo de foto en foto; de imagen en imagen. Viajar por todo el mundo sin salir de mi habitación.
Un mundo perfecto construido a escala por mi y para mi; donde nunca pensé que entrara nadie mas.
Podía irme desde la Argentina de los años 30; hasta la Expo de Zaragoza; o incluso podía entrar dentro de mis propios cuadros.
Pero un día a la salida de un viaje me encontré que no estaba solo; era extraño nunca había visto a nadie a la salida de un viaje. En un primer momento creía que me había confundido de salida; en otras ocasiones me había pasado.
Era una persona estaba seguro; al salir de los viajes se suele nublar la vista y estas con un estado mareado; como si hubieras dado vueltas con un avión a reacción.
Poco a poco la imagen se iba situando en su sitio; y resulto que era una chica. – ¿Estas bien?- me dijo yo todavía un poco aturdido – si creo que si-
Al darme cuenta de que estaba en mi habitación; me percate del problema. Alguien había entrado en mi mundo; no era yo.
-¿como has llegado aquí? – pregunte; sintiéndome amenazado al tener alguien que había entrado en ese microcosmos propio.
- pues realmente no lo se; solo se que estaba fijamente un foto y de repente fui absorbida y aparecí aquí.- espeto la chica
Era impresionante, no era el único que podía viajar por espacios alternativos a los viajes que estamos todo acostumbrados. Y ella podía hacerlo y yo también; ¿ seriamos los únicos?
-perdona sabes como puedo salir de aquí?- dirigiéndose a mi. – supongo que tendrás que salir por la foto que viniste- le respondí.
Ella me cogió por la mano tiro de mi y nos zambullimos los dos en viaje juntos a través de una bonita foto de un paisaje nevado.
Salimos directos en la cabaña que aparecía en la foto. Era un sitio precioso; estaba seguro que era Laponia. Había estado en otras ocasiones allí.
Lo que no sabia era que hacia en mitad de Laponia con una chica prendida de mi mano; la cual no conocía y que era la única que había conocido mi pequeño mundo hecho a medida.
-entramos dentro de la cabaña- me pregunto ella. Afirme con la cabeza y sentí como tiraba de nuevo de mi mano, dirección la cabaña.
Una vez dentro; nos sentamos frente a un chimenea recién encendida; nos miramos; ella se rió mordiéndose la lengua. Acto seguido nos abrazamos y fuimos absorbidos por la chimenea; y en ese abrazo eterno y reconfortante quedamos unidos para siempre. Hasta que salgamos por otra foto y de eso ya hace tres años.