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Muchas gracias.
Entre tu rostro el mío hay más de un universo;
Entre tu rostro y el mío queda la distancia de un beso.
Con este verso se despidió ella, en una noche de verano. Bajaba suavemente la calle, con ese contoneo que tanto me gustaba, y al llegar más allá del bar de moda, giró a la derecha y desapareció.
Lo más desconcertante del mundo es cuando algo ocurre fuera de tus expectativas; es en ese momento cuando todo se empieza a desbaratar. El principio entrópico que envuelve todo comienza a reaccionar hasta llegar al caos.
La locura se adueño de mí, no regía con la cabeza; eran las tripas. Pensamientos viscerales. Y la continua revisión de un pasado que cada vez quedaba más ridículo.
Dicen que cada cinco años cambia un ciclo y que al mirar hacía atrás tan solo quedan recuerdos, vergüenza y arrepentimiento.
Yo sin duda en aquel momento estaba en el vértice justo, en el grado 180, y muy cercano a la hipotenusa, cayendo levemente hacia otro ciclo de la sinfonía de la vida.
Caía, caía y caía pero, con premura; el lapso del tiempo se iba alongando de tal manera que las horas se convertían en días. Fue justo en ese momento cuando nos cruzamos los dos cada uno bajando por una hipotenusa, ella me agarro fuerte.
Yo la abrace.
Nunca he sabido tocar a las personas.
El miedo se apodero de mi ritmo.
Allegro ma non troppo.
Y bajo aquel frenético ritmo nuestros labios sellaron un vació que las palabras no lograban llenar.
Una mirada de dulce de castaña avainillada y fija, a la vez que hermética, como una cabina de teléfonos.
Después sólo quedaron versos vacíos, de rima y ritmo. Como aquella prostituta que rondaba por la calle mayor. Su Soledad, su mejor cliente. Su Soledad, su mejor confidente.
Recuerdo como la entropía fría se apoderaba de mi mente en los inminentes meses consiguientes.
Entre tu rostro y el mío.
Lo entropíco, siempre se convierte en depresión. Y bajo las ideas suprimidas actuó la revisión. Tras de eso tan sólo quedaba esperar el ansiado cambio.
Justo cuando el cambio estaba sucediendo apareció ella y con ella aparecieron todas las ellas. Mi cabeza era una sala de ensayo de ballet. Frente al espejo estaban todas y yo. Pliés y relevés, como un sube y baja de un tio vivo. ¿Por que? Era la pregunta fundamental para todas ellas.
Pero aquella habitación no era mas que ficción; cuando reapareció ella, la autentica; el miedo se apodero de mí. Mi cabeza ansiaba responder a tantas preguntas; pero mi cuerpo ansiaba tocar, susurrar y acariciar. Con mis manos en sus caderas emprendimos de nuevo como una danza latina, un camino de desenfreno y pasión. Y entre su rostro y el mío nació una chispa nueva. Fugaz y brillante. Como Alfa Centauri, siempre brillara en nuestro pequeño universo.