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jueves, 15 de julio de 2010

A caer la noche.



Sentados en una colina; enfrente la ciudad dorada. El cielo estrellado nos miraba allí a los dos solos en una noche que era para los nosotros; un año entero de andanzas, vivencias; unión y desunión.
La noche sincera y clara; las miradas directas y nuestros corazones locos por una enfermedad llamada juventud. Nunca supimos que éramos; ni que hacíamos allí solos, a la salida de un tanatorio; con el único propósito de despedirnos. Y mucho menos sabíamos hacia donde nos dirigíamos; en nuestras cabezas tan solo había muchas ramas y nidos de todos los pájaros que anidaban en nuestros pensamientos.
Glen y Marketa sonaban en mi cabeza era lo mas parecido a una escena final de una película indie, de esas que tanto nos gustan. Ella dijo y si rodamos Colina abajo; y como dos niños salimos girando hacia abajo por aquel verde y húmedo césped, y al llegar abajo; aquella preciosa bóveda azul oscuro casi negro alumbrada por pequeños puntos de luz, estaba allí como si nunca nadie la hubiera visto antes. Mientras toda una ciudad dormía nosotros disfrutábamos de aquello como si fuéramos los únicos espectadores de aquel cine. La mire, me miro; si aquello 
hubiera sido Hollywood nuestro final estaba asegurado con un gran beso final. Aquí no había de eso tan solo me basto un abrazo y oír las palabras de agradecimiento de su boca. Suficiente por hoy. 
Quizás mañana estemos en el mismo sitio y preparados. Entonces sí todo un cosmos observara la unión entre ella y yo. Pero será tal vez mañana o tal vez nunca; ahora me basta con que sea mi chica favorita.