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Las miradas en el paisaje buscan como poder encontrar su esencia, buscan en los árboles y en el cielo; en el campo y en la ciudad; buscan. Buscan, en los bares de medianoche con música de fondo en la que se escucha alguna sintonía familiar; esa que se relacione con un beso, con una despedida, o con un simple sentimiento.
Las manos se deslizan entre las teclas blanquinegras como si tuvieran aceite en las yemas de los dedos. Y en un viaje cuasi astral las manos buscan con ansiada necesidad el sonido de las notas que hagan formar esa preciosa melodía.
Tan solo un instante y las miradas y las manos se unen, tan fuertemente que surge un estallido de imperiosa belleza acústica, solo logrado en los sueños de las miradas; esos sueños en los que en el fondo siempre esta esa melodía, casi imperceptible al oído pero tan sublime como una gran sinfonía wagneriana, en la que la suavidad da significado a la calidad de la obra.
En el interior de la caja bailan sobre las cuerdas de acero unas corcheas y unas semicorcheas; mientras las miradas buscan a través de ese vidrio que las separa del mundo exterior, algo que le haga feliz; se conformaría con una simple sonrisa que viaja por entre las nubes de color rosa teñidas al atardecer con rojo de metilo, y entre las bandadas de sonrisas surge un sueño, uno de esos con la música al fondo, este se aproxima al ventanal buscando a las miradas, para poder embaucarlas en el viaje de Morfeo.
Me encanta
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y leer este blog.
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