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lunes, 23 de agosto de 2010

Aurea bermeja ensoñación.

Reproduce el video antes y leer a continuación. Gracias.

http://www.youtube.com/watch?v=ceAm3xGaP24


El reflejo de su copa tornaba el color de la madera de la barra; su mano la agarraba con fuerza. Mientras sus lagrimas le recorrían su rostro y caían en caída libre hasta chocar contra en suelo y estallar como había estallado su realidad.
Ella estaba muerta, él mismo tenía agarrada su mano cuando inspiro y expiro.
Que injusta era la vida pensaba; mientras al fondo de la barra; donde esta se fundía con la ultima pared del bar. Estaba aquel tipo, uniformado con su traje negro, camisa blanca y corbata negra. Se bajó del taburete, camino pausadamente hacía él y cuando estaba justo a su derecha paró. Cogió su mano y se la aparto del vaso; le miro a la cara y le dijo; vete a tu casa, dúchate y duerme; duerme tanto como quieras y al levantarte deja atrás el pasado. Sobre todo déjala a ella atrás, tan solo disfrútala en tus sueños, será en ese momento cuando volveréis a estar juntos.
Bajo la mirada al suelo suspiro y volvió a mirar a su derecha; aquel tipo había desaparecido. No salía de su asombro. Miro al camarero, el cual tenía la vista totalmente perdida en el televisor de la esquina. Disculpe, ha visto por donde se fue. Preguntó él.
El camarero le miro, hizo un gesto extraño, como de no saber que estaba pasando.
Dejó cinco dólares sobre el mostrador, cogió su chaqueta y se marchó de aquel infesto bar; que estaba mas cerca de ser un cuadro de Hopper que un bar.
Llegó a su casa, aquello era un infierno. Cuarenta y cinco días sumido en la oscuridad; eso era lo que le había reportado la muerte de ella.
Se despojo de sus vestimentas que tanto le oprimían, abrió el agua fría, frío gélido hielo. Notaba como todas sus células se espabilaban; DESPIERTA; gritaba su cerebro. Miro al techo y empezó a gritar, a llorar y patalear. Necesitaba soltar todo aquel sufrimiento. Sus lagrimas se mezclaban con la gélida lluvia que arrojaba aquella vieja alcachofa de baño.
Entre sollozo y sollozo, su mente cansada y agotada empezaba a notar el sueño. Su cabeza se caía entrecortadamente y en un momento de ensoñación onírica apareció ella.
Estaba apoyada en el marco de la puerta; parecía que no hubiesen pasados los días en ella; estaba como antes de la enfermedad.
Le dijo; levántate y ven hacia aquí. El se incorporo, su mente tenia la misma desnudez que su cuerpo; era libre. Sus labios buscaba los de ella; estaban con el baile de las narices; el previo a un beso son los mejores instantes de dos enamorados. Quédate conmigo dijo él; a lo que ella respondió con un beso y desapareciendo, como el humo que se desvanece de un cigarrillo recién encendido.
El aire entro de golpe por la ventana, el frío erizaba su vello al mismo ritmo que la vigilia echaba al sueño de su cabeza.
Desconcertado por los sucesos se tumbo en la cama de sabanas de blanco algodón.
Tendido, mirando al techo las lagrimas volvían a aflorar de sus ojos; surcando las arrugas horadadas por los años y el sufrimiento.
Se giró abrazándose a la almohada, era lo único que le quedaba por abrazar; cerró los ojos. Entonces sintió como alguien le abrazaba a el por la espalda, olió su perfume, acarició su piel, vio su cara. Bermeja áurea belleza. Volvió a cerrar los ojos estaba preparado para dormir largo tiempo abrazado a ella.
Mientras el bote de pastillas de dormir rodaba sin rumbo por el suelo de la habitación, vacío. Ya nunca más volverían a usarse; Morfeo había entrado en su vida para siempre.

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