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lunes, 2 de noviembre de 2009

Desequilibrios solitarios


Caminando entre la multitud que envuelve a la calle buscaba la forma de huir de la desazón que le invadía. Al girar la calle vio una tienda de la cual salía un olor que le atrajo y no pudo evitar el entrar. Una vez dentro recordó que era el mismo olor que la tienda de su madre. Recordó también las largas tardes que pasaba en la trastienda.

Blanca enyesada e iluminada por un frío fluorescente. Una mesa camilla donde hacia sus deberes y en la puerta una cortina de barras blancas y azules por donde miraba escondido a los clientes que entraban en la tienda; altivos y repeinados; creyéndose mejor que el resto.

- ¿perdón desea algo?- le dijo una dependienta sacándole de su ensoñación.

Salió de aquella tienda y la lluvia se cernió sobre él. Lluvia húmeda y liquida lluvia; le encantaba el mojarse en los días de lluvia; le hacían sentirse vivo. ¡Despierta!. Decía su cabeza. Las ideas se refrescaban y dejaba de recordar; empezaba a vivir el presente.

Tras de si dejaba viejos recuerdos que siempre le azotaban en la cabeza y con el tiempos venían nuevas ideas a la cabeza. Nunca dejaba de funcionar. Nunca paraba.

Estaba arto y necesitaba que se parara de alguna forma. Abrió la puerta de la nevera y vio que al fondo había una lata de cerveza. la bebió de un trago. Seguía igual pero tenia mejor sensación. Necesitaba más alcohol. Buscó por toda la casa y encontró una vieja botella de güisqui. Y tragos se la bebió el solo en su absurda soledad.

Cuando levanto la cabeza ella estaba allí. No podía creerlo; estaba solo absolutamente solo y para no pensar mas en ella se emborracho. Y de repente de la nada estaba allí.

Gritó- déjame en paz- ella no decía nada tan solo se acercaba a él lo tocaba, lo acariciaba. Notaba que cuando ella estaba cerca se sentía mejor, emanaba de si un amor nunca había concebido. Pero él seguía preguntándose el por que de su comportamiento; ella se acercaba pero luego salía huyendo; y en su cabeza siempre se quedaba el recuerdo de los buenos momentos que habían tenido juntos; pero nunca habían finalizado como el pensaba. Para cuando el beso. Pensaba una y otra vez. Seria la influencia de tanto cine sentimental absorbido durante su juventud; o la música de todos esos grupos que lo único que sabían decir en sus letras era amor, desamor o maldecir la vida. Toda esa depresión había traspasado por sus poros, tímpanos y retinas; convirtiéndolo en un ser excesivamente desequilibrado sentimental.

Avocándolo a una soledad absoluta de por vida. El miedo mas oscuro y profundo durante toda su vida al final se hizo realidad convirtiéndolo en un ser huraño y solitario.



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